María Magdalena: una mujer enigmática y central para el cristianismo

Por Karla Huerta, en el mes de María Magdalena, año 2020, para Mujeres Iglesia Chile.

¿Qué es un enigma?

Los enigmas son muy usados en la literatura sapiencial bíblica. Por medio de ellos la sabiduría y la imaginación emergen. Lo escondido, el enigma, nos coloca frente a lo que ignoramos (Wénin 1998, pág. 30). El enigma es un acertijo, es un desafío, pero también una deuda frente a lo no conocido. 

María Magdalena, aún cumpliendo un rol central para el momento fundacional del cristianismo, siendo la primera testigo y anunciadora de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, es realmente un enigma en la historia bíblica y en la historia cristiana. Muy poco sabemos de ella. Sin embargo, ha recibido múltiples etiquetas que han intentado categorizarla, circunscribirla, e incluso dominar su memoria. 

¿Qué memoria hemos recibido de ella?

La biblista ecuatoriana Marcia Moya reflexiona sobre esto, y dice que «desde el siglo III se discutió en la Iglesia de Occidente si María Magdalena era la misma mujer que María de Betania y la pecadora de Lucas» (Moya 2005, pág. 10s). Esto, porque en el siglo VI el papa Gregorio Magno (540-604) en una homilía muy conocida de la época, simplificó el dilema declarando que se trataba de la misma mujer, María Magdalena, en todos los casos. Y esta tradición se mantuvo hasta el Vaticano II. Pero, nada puede hacer pensar, a partir del texto bíblico, que María Magdalena fuera la mujer pecadora que aparece en el evangelio de Lucas, y tampoco se le puede identificar con la hermana de Lázaro. Marcia Moya nos dice que «el carácter de las dos mujeres es diferente. María de Betania, según la idea que nos dan Lucas y Juan, es de una naturaleza tranquila y contemplativa, en cambio Magdalena se distingue por su actividad impetuosa» (Moya 2005, pág 10). Y agrega, que probablemente «el hecho de que Lucas haya introducido a María Magdalena enseguida de la escena de la unción de la mujer en la casa del fariseo pudo haber ayudado a que se concibiera como si fueran la misma mujer» (Moya 2005, pág 10). 

The Three Marys at the Tomb
Hubert van Eyck, The Three Marys at the Tomb

La confusión histórica de estas tres Marías ha permanecido incluso hasta nuestros días. Y parece haber sido muy útil para ocultar el rol preponderante de María para la primera comunidad. A pesar de su rol de apóstola, según podemos conocer por la fuente evangélica, la tradición la ha recordado más bien como «pecadora»,  e incluso «esta concepción fue repetida y asimilada por las liturgias de Semana Santa y la Resurrección, con mucha fuerza y popularidad durante los siglos VIII y IX (…) lo que hizo de ella una figura maleable y controlable, un instrumento utilizado incluso contra su propio sexo» (Moya 2005, pág 11). Y concluye la exégeta: «Según varios exégetas la confusión de los personajes fue hecha de manera deliberada para favorecer a los propósitos de una Iglesia cargada de prejuicios contra las mujeres» (Moya 2005, pág 11). 

Según la historiadora de la religión, Karring King, la distorsión de la figura de María Magdalena fue parte de una maniobra histórica mucho más intencionada. Ella plantea que: «Los exégetas patriarcales inventaron este rol [pecadora arrepentida, prostituta] para María de Magdala porque ellos querían desacreditar la teología asociada con su nombre y socavar su importancia como modelo para la legitimidad del liderazgo de las mujeres. En resumen, el perfil de la pecadora arrepentida fue inventado para contrarrestar un antiguo y poderoso perfil de María como una profeta visionaria, una discípula ejemplar y una líder apostólica» (King 2008, pág 286).

¿Qué es lo que podemos saber de María Magdalena? 

Es mencionada 12 veces en los evangelios canónicos (King 2008, pág X). Según expone Regina Radlbeck-Ossmann, «se cuenta de ella que tras ser curada de una grave enfermedad (Lc 8,2) siguió a Jesús junto a otras mujeres de Galilea» (Radlbeck-Ossmann 2011, pág. 1035). Un dato relevante de esto es que «en todas las listas femeninas se la cite siempre en primer lugar, lo que certifica su destacada importancia en el círculo de las discípulas». Y además, agrega que María Magdalena «fue testigo de la crucifixión, del descendimiento de la cruz y del entierro de Jesús (Mc 15,40;Jn 19,25)» (Radlbeck-Ossmann 2011, pág. 1035). Regina Radlbeck-Ossmann realiza una breve pero rica exposición de su presencia en los textos bíblicos, que vale la pena conocer:

«Según la tradición sinóptica (Mc 16,1-8; Mt 28,1-8; Lc 24;1-12), el primer día de la semana María se dirigió, en compañía de otras mujeres, al sepulcro. Allí los ángeles le revelan que Jesús ha resucitado y le confían el encargo de llevar la noticia a los discípulos. Según Mc, las mujeres, atemorizadas, no dijeron nada a nadie, y según Mt y Lc su testimonio fue ineficaz, porque los discípulos lo pusieron en duda. Según Mt 28,9s y la conclusión secundaria de Mc 16,9 [que son agregados posteriores] relatan además un encuentro de María con el mismo Jesús, en el que vuelve a encargar expresamente a María y a las demás mujeres el mensaje pascual. En la tradición joanea (Jn 20,1-10) María visita el sepulcro sola, lo encuentra vacío y se lo notifica a Pedro y al discípulo amado. De regreso al sepulcro, encuentra a Jesús, a quien sólo conoce cuando le dirige la palabra. Y aquí experimenta a un mismo tiempo la cercanía y la distancia: noli me tangere. Este με μοu απτοu debe traducirse por «no me retengas» [y no por «no me toques»].

(Radlbeck-Ossmann 2011, pág. 1035)

Podemos constatar que María Magdalena es una figura que aparece de un modo progresivamente creciente (descollante) en la primera iglesia: los sinópticos la muestran junto o en medio de otras mujeres, luego los agregados posteriores de de Mc y Mt relatan un encuentro personal de María con Jesús, en el cual le encarga a ella y a las demás mujeres el anuncio del mensaje pascual, pero los discípulos las pusieron en duda. Sin embargo en Jn, y como veremos posteriormente en los apócrifos, aparece con más fuerza su figura (Kasper 2011, pág. x).

La tradición cristiana gnóstica nos ofrece el llamado «Evangelio de María», que corresponde a un apócrifo (es decir, un texto no canónico). Este texto nos presenta a María en un diálogo de tú-a-tú con Pedro, un personaje muy importante para la tradición cristiana. Un extracto del diálogo dice así: 

«Entonces Mariam se echó a llorar y dijo a Pedro: ´Pedro, hermano mío, ¿qué piensas? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por mí misma o que miento respecto al Salvador? Entonces Leví habló y dijo a Pedro: «Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la conoce perfectamente; por esto la amó más que a nosotros».

(Evangelio de María, 18)

La teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza, a propósito de este texto dice que la insistencia de Lucas sobre la primacía de Pedro como primer testigo de la Pascua se inserta en la polémica entonces sostenida sobre si fue Pedro o María Magdalena el primer testigo de la resurrección. Las Constituciones apostólicas evidencian que esta disputa presupone una situación eclesial real: mientras el Evangelio de María mantiene la autoridad de María Magdalena basándose en que Cristo la amó más que a cualquier otro de sus discípulos, las Constituciones Apostólicas demandan sobre la exclusión de las mujeres del sacerdocio, dejando que la propia María Magdalena razone que las débiles, es decir, las mujeres, deben ser salvadas por los fuertes, es decir, los varones. Esta disputa acerca de los testigos de la resurrección demuestra que María Magdalena, como Pedro, tenía autoridad apostólica en algunas comunidades cristianas incluso en los siglos III y IV (Schüssler Fiorenza 1989, pág 86).

¿Cómo podemos interpretar la confusión y disminuida memoria sobre María Magdalena?

La ausencia de las mujeres en los relatos bíblicos ha sido un destacado tema de estudio para la exégesis feminista. La hermenéutica de la sospecha, enriquecida por las teólogas feministas, pone atención tanto a la traducción e interpretación de los textos, como a los textos mismos escritos en su mayoría por hombres y que reflejan muchas veces su contexto patriarcal, o la autoría de los “vencedores de la historia”. Se reconoce este sesgo en el uso del lenguaje genérico que invisibiliza o margina a las mujeres. Un ejemplo típico de este uso, por lo explícito, es el episodio de la multiplicación de los panes: «Y los que comieron eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños» (Mt 14,21).

El lenguaje sexista nombra explícitamente a las mujeres sólo cuando éstas aparecen como una excepción o como un problema (Moya 2005, pág. 12). Posiblemente la figura de María Magdalena se hizo cada vez más creciente en el periodo de la primera iglesia a partir del episodio de la Resurrección, después del cual no se pudo negar su liderazgo. Sin embargo, llama la atención que no sea mencionada en Hechos, que Pablo la omitiera totalmente, y así también las cartas pastorales.

Algo ocurrió durante ese primer periodo, que impidió que su figura mantuviera relevancia. La académica canadiense Margaret Macdonald en su estudio sobre las mujeres en el cristianismo primitivo, sostiene que a través de la opinión pagana es posible asegurar con mucha probabilidad que el liderazgo de las mujeres en el cristianismo era prominente, tanto así que incluso era considerado «una religión de mujeres». Una cita de Celso, un pagano erudito y conocedor del cristianismo, se refiere así a esta cuestión: 

«Pero nosotros debemos examinar este asunto de si alguno que realmente murió alguna vez se levantó nuevamente con el mismo cuerpo […] Pero ¿quién dijo esto? Una mujer histérica, como tú dices, y tal vez algún otro de entre los que fueron engañados por la misma brujería, por alguno que ya sea que soñó en un cierto estado mental y por medio de un deseo mental (wishful thinking) tuvieron una alucinación debido a una noción errada (una experiencia que le ha sucedido a miles), o ya sea que, lo que es más probable, quisieron impresionar a otros contando este cuento fantástico, y entonces, con este rumor dar una oportunidad a los mendigos»

(MacDonald 1996, pág 1)

Dice MacDonald: «La mención de una mujer histérica puede ser simplemente un general intento de ridiculizar las creencias de un culto que surgió de la tonta imaginación de las mujeres (…) pero el conocimiento de Celso de la tradición cristiana es tan sustancial que es posible que él estuviera familiarizado con el importante papel que juegan las mujeres en la resurrección, y el papel de María Magdalena en particular». Luego más adelante añade: «En varios escritos gnósticos de los siglos II y III Celso señaló que las mujeres continuaron desempeñando un papel destacado, actuando como líderes en grupos de la iglesia después de la muerte de Jesús, y describió la participación de las mujeres en las “tácticas sediciosas” de evangelización del cristianismo» (MacDonald 1996, pág. 2). 

Mirada así la situación, probablemente el ocultamiento del liderazgo de las mujeres fuera una opción útil para la expansión del cristianismo en un contexto social patriarcal. Tal vez por eso Pablo no recogiera a María Magdalena. Incluso, posiblemente, la memoria de María Magdalena estuviera permeada en la propia tradición cristiana por este relato pagano. 

Hoy ella es un enigma, una mujer audaz, central y propiciatoria del cristianismo, de la cual no sabemos mucho, pero a la que debemos tanto, el cristianismo, y quizás mucho más que a Pablo. 

Bibliografía

Moya, Marcia (2005). «María Magdalena en los evangelios canónicos», Revista Conspirando 49.5, 10-13.

Radlbeck-Ossmann, Regina (2011). «María Magdalena», en W. Kasper (ed.) Diccionario enciclopédico de exégesis yteología bíblica, t.2., págs. 1035-1036.

King, Karen. L. (2008). «Canonization and Marginalization: Mary of Magdala». en: The Postcolonial Biblical Reader, R. S. Sugirtharajah (Ed.). doi:10.1002/9780470775080.ch19.

Macdonald, Margaret. (1996). Early Christian women and pagan opinion The power of the hysterical woman. Cambridge University Press. En versión digital de 2005.

Schüssler Fiorenza, Elisabeth. (1989). En memoria de ella: una reconstrucción teológica feminista de los orígenes del cristianismo. Editorial Desclée de Brouwer.

Wénin, André (1998). «Mourir et naître, un art de vivre…l’espérance». En: La Sagesse, une chance pour l’espérance? Ed. por Adolphe. Gesché y Paul. Scolas. (Paris y Louvain-la-Neuve: Cerf y Université catholique de Louvain), págs. 27-57.

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